Este es un espacio para encontrarnos desde el desacuerdo con el orden psiquiátrico y su violencia. No negamos el dolor ni los conflictos que atraviesan los cuerpos y las subjetividades, pero sí cuestionamos profundamente las respuestas punitivas, médicas y manicomiales que el sistema impone.
Nos une el rechazo a las instituciones del encierro, al lenguaje que patologiza, y a la lógica que busca normalizar lo que se resiste a ser domesticado. Somos cuerpos, memorias, pensamientos y desbordes que no caben en diagnósticos ni etiquetas.
Pretendemos crear un lugar seguro de intercambios para todos aquellos estigmatizados que no encajan en los modelos de cordura y normalidad. Los que conocen las internaciones involuntarias, las contenciones mecánicas, la lobotomización química y la frialdad de haberse sentido material clínico o receptáculo de categorizaciones lesivas hasta el exceso de la deshumanización perdiendo sus derechos y capacidades.
Nos reunimos en el margen, no para romantizar la locura, sino para arrancársela al discurso dominante y devolverle su potencia poética, política y vital. Queremos arte, escucha, vínculos, praxis. Una trinchera semántica. Una asamblea de anticuerdistas que no se rinden ante los reduccionismos y simplificaciones de lo complejo.
Contra los muros blancos del encierro, levantamos la palabra viva. Porque no hay enfermedad, hay diversidad y personas en conflicto que pueden abordarse de modos no autoritarios ni superficiales a partir de enfoques dialecticos histórico culturales que integren lo bio-psico-social en sentido material y concreto sin la violencia capacitista del psistema.
La psiquiatría y la psicología tradicional reproducen opresiones desde la biologización de la subjetividad con la búsqueda de desequilibrios quimicos, la medicalización de la vida y la psicologización de los aspectos simbólicos, históricos, políticos, económicos y sociales. Operan desde lo superestructural como un dispositivo de poder que se utilizan como herramientas para el control social y disciplinamiento transformando la diferencia en desviación, el conflicto en patología y la desobediencia en locura, inadaptación y peligrosidad.
Los sobrediagnósticos y la ligereza con la que recetan psicofármacos como si se tratase de caramelos inocuos refleja la impronta capitalista de una época donde se buscan ”soluciones” rápidas que incrementan las ganancias de la industria farmacéutica en una sociedad insoportable donde aumentan las ventas de ansiolíticos y antidepresivos.
Rechazamos la dictadura del DSM. Sus categorías no nombran, imponen. Sus diagnósticos no explican, encasillan. Sus etiquetas no liberan sino que condenan, excluyen y estigmatizan. No curan: adormecen. No escuchan: silencian. No transforman: adaptan.
Reivindicamos la locura sin romanticismos. No como mito, no como genialidad,
sino como grieta, como lenguaje subversivo, como forma de protesta real cuando el mundo se vuelve insoportable.
No negamos el padecimiento. Lo pensamos. Lo habitamos. Lo escuchamos. Lo colectivizamos. Apostamos por una intervención crítica. Una que no pretenda normalizar, sino acompañar. Una que escuche sin colonizar.Una que construya comunidad, sin obediencia ni adaptación forzada.
Buscamos dar una respuesta viva a las injusticias estructurales que llevan a la invalidación sistemática de lo diferente. Estamos para repensar el padecimiento sin moral ni manual. Para imaginar nuevas formas de cuidarnos y de relacionarnos haciendo de la escucha un acto político. Acá no se medicaliza: se poetiza, se piensa, se lucha. Acá no se calla el síntoma: se lo escucha como grito del mundo. Acá no se normaliza: se desarma la norma.
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